jueves, 3 de enero de 2013

LI

En el abismo del sueño dulce
los dioses me encargaron dibujarte.
No tengo lápices ni pinceles,
pero sí ojos que moldean
la sutíl silueta de tu cuerpo
en la huidiza niebla.
No tengo lienzos de algodón,
pero sí tu piel salada
y salvaje que espera mis manos
como el acantilado aguarda
las olas del bravo mar.
No tengo paleta de colores,
pero sí tus labios
de rojo intenso y pecador,
tu mirada de fuego,
tu caricia de leve llovizna
que al arcoiris llama.
En pesadilla se torna mi sueño.
Paralizado ante tu belleza,
temblorosos suspiros,
torpes movimientos
de mi alma de artista.
Lo intento y no puedo.
No puedo y no debo
encerrar tu hermosura
en una obra acabada.
Tu presencia esposa
los trazos que
no han de llegar.
Mujer etérea, mística,
libre y poderosa.
Jamás te harán justicia
las líneas de un pintor.
Fracasado y vencido
me presento a los dioses.
Las lágrimas me delatan.

No pudiste dibujarla, ¿verdad?
me dicen sonriendo.
¡No sufras! ¡Alégrate!
Conociste a la mujer
que a la misma Afrodita
hace palidecer.
Privilegiado eres
sólo por contemplarla.
Ahora sigue soñando.
Soñando con ella.
Junto a ella.
Para siempre.
No quieras despertar.
Huirá si lo haces.
Es tu maldición
y tu destino.
Vivir con ella
en la onírica penumbra
que todo hombre desea
cuando ve a la mujer
que tus ojos han visto.

Santi Malasombra


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