domingo, 3 de febrero de 2013

LII

Espero que al recibo de la presente carta estés bien, aunque se que siempre lo estás. Naciste para ser mía y yo nací para amarte. No me importa compartirte. Tienes tanto amor que dar que una sola persona no puede abarcarlo todo. Tu presencia hace que se me olviden todos los problemas. Eres la única que me entiende y me escucha sin reproches. A veces me enfado y te maldigo, pero enseguida te ofreces para perdonarme. No conoces el rencor. Si estoy triste y te pido que me calmes con tu dulce voz, lo haces y no me pides nada a cambio. Eres silenciosa y sólo hablas cuando yo te lo pido. Estás a mis órdenes y no te quejas por injustas que sean mis peticiones y caprichos. Soy el maldito dictador que maneja tus hilos y, sin embargo, permaneces a mi lado. Combates mi soledad con mano firme y con el juramento de no rendirte jamás. Cuando te pido que cantes para mi, entonas las melodías que me gustan. Cuando te pregunto cómo está el mundo, me lo cuentas sin rechistar. Y si te olvido y te dejo en un rincón, no protestas y me ofreces una sonrisa cuando vuelvo a ti. Querida amiga, hoy te escribo para decirte que no podría vivir sin ti. Si fueses una mujer, odiaría que fueses tan complaciente. Pero no lo eres, no tienes sexo ni pensamientos propios. Sólo piensas, cantas, hablas y te expresas cuando yo quiero. Me ofreces viajes que envidiaría el mismísimo Marco Polo. Los sueños más increibles que este pobre soñador se atreve a pedir están a mi disposición en tus manos. Etéreas manos que abarcan este mundo y todos los que la imaginación es capaz de inventar. Se que seguirás aquí. Conmigo. Con todos y para todos. Mi amiga, amante y esposa de mil nombres distintos condensados en uno sólo. Yo te llamaré siempre amor, aunque sepa que tu nombre es Radio.

Atentamente: Santi Malasombra

No hay comentarios:

Publicar un comentario